TERCER MICROCUENTO
Contemplo el titilar de las luces del árbol navideño en la oscuridad y el silencio de mi hogar.
Pienso en aquellos días donde la víspera de Reyes desbordaba mi alegría.
Los años pasaron y tal vez los Reyes Magos, al igual que yo envejecieron, pero conservan alma de niño y continúan regalando sonrisas e ilusiones, versos y canciones.
Hoy me he sentido mezcla de niña adolescente y regalos he pedido. No dejé comida pero sí un viejo par de zapatos. Los encontré en un baúl, con el cuero gastado. Son esos Guillermina que las mamás compraban a todas iguales para el colegio.
Al despertar sentí mi corazón acelerado y, como cuando era niña me levanté en puntillas y me senté frente al árbol. Un fuerte sol bañó con su luz mi rostro y mi cuerpo y pintó mis ojos de luz y alegría.
Una pequeña cajita asomaba tímidamente entre el verde follaje. La tomé entre mis manos y al abrirla, como mariposas salieron volando besos de colores que se posaron en mis mejillas y mordieron mis labios.
Entrecerré los ojos sintiendo el cosquilleo de esos coloridos besos. Tomé algunos, los más bellos, los soplé con ternura y los envié lejos, a otra boca que sueña con tenerlos.
Mientras preparo el café sonrío agradeciendo un regalo tan preciado, lleno color y de amor, sintiendo la alegría de haber vuelto a creer en la magia de los Reyes Magos y en la utopía de sentir ese húmedo contacto de colores.
Los años pasaron y tal vez los Reyes Magos, al igual que yo envejecieron, pero conservan alma de niño y continúan regalando sonrisas e ilusiones, versos y canciones.
Hoy me he sentido mezcla de niña adolescente y regalos he pedido. No dejé comida pero sí un viejo par de zapatos. Los encontré en un baúl, con el cuero gastado. Son esos Guillermina que las mamás compraban a todas iguales para el colegio.
Al despertar sentí mi corazón acelerado y, como cuando era niña me levanté en puntillas y me senté frente al árbol. Un fuerte sol bañó con su luz mi rostro y mi cuerpo y pintó mis ojos de luz y alegría.
Una pequeña cajita asomaba tímidamente entre el verde follaje. La tomé entre mis manos y al abrirla, como mariposas salieron volando besos de colores que se posaron en mis mejillas y mordieron mis labios.
Entrecerré los ojos sintiendo el cosquilleo de esos coloridos besos. Tomé algunos, los más bellos, los soplé con ternura y los envié lejos, a otra boca que sueña con tenerlos.
Mientras preparo el café sonrío agradeciendo un regalo tan preciado, lleno color y de amor, sintiendo la alegría de haber vuelto a creer en la magia de los Reyes Magos y en la utopía de sentir ese húmedo contacto de colores.
Enero 6, 2016.-
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