sábado, 3 de marzo de 2018

MI SOL

Mi relato "MI SOL" fue seleccionado en el Concurso "EL 
CAMINO DE SANTIAGO"

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”
Con este estribillo comencé mi peregrinación hasta el 
maravilloso Santuario del apóstol Santiago. Llevaba en mi 
interior mil preguntas que clamaban respuestas, llevaba el 
alma henchida de amor y de dolor, llevaba el corazón 
lacerado por la incertidumbre, por la pena, por sentimientos 
encontrados. Iba en búsqueda de esa luz, que alumbrara 
mis más lúgubres pensamientos, que me sacara de la 
oscuridad, que me diera paz y me enfrentara con la verdad,
por más dolorosa que fuera.
Me puse en camino lentamente, con mi pesada mochila a 
cuestas, intentando descubrir en mi interior esa grieta 
profunda que se había tragado parte de mi vida y por la que 
se había introducido una dulce historia pasada, dormida por 
décadas, pero cuya chispa de amor nunca se había apagado.
A medida que avanzaba encontraba otros caminantes, otros 
peregrinos, que deseaban descubrir ese yo interno, purificar 
sus pensamientos, reencontrarse con verdades. Cuando uno
 comparte esas situaciones, el peso de la carga parece 
alivianarse.

Me detuve en Finisterra a contemplar la puesta de sol, un 
espectáculo alucinante. Pensé entonces que mi vida estaba 
llena de soles, tan maravillosos como ese, pero que por 
alguna razón, alguno había perdido su brillo y su 
magnificencia. Observando sus paisajes espectaculares, 
tomándome tiempo para reflexionar ante tantas
 circunstancias de mi vida y mirando ese ocaso que me empequeñecía, me propuse llegar al final del camino con
la mente despejada y un nuevo sol que me alumbrara.
Mi mirada se pierde en el Camino de Santiago y recuerda 
aquella adolescencia llena de alegría, aquel primer amor que se fue un día, aquel primer beso que quedó suspendido 
esperando un regreso que nunca ocurrió. Y al pensar en ello
con un dejo de dulce tristeza, algo del peso del alma parece 
menguar. Porque no es un peso haber amado, sino una 
bendición haber conocido el amor.
Más tarde, cuando la primavera hace bullir la sangre y 
arrebola las mejillas, volvió el amor, más responsable, más 
maduro, con el equilibrio justo para comenzar un nuevo 
camino. Ese sendero que comienza en el altar donde 
juramos recorrer juntos el zigzag de la vida, tomados de la 
mano, siempre con la vista puesta en un horizonte pleno, 
nunca mirando hacia atrás.
Entonces me detengo a arrojar otra piedra, en este increíble
 Camino de Santiago que a cada paso me va purificando, me
va abriendo puertas, me va mostrando con claridad que 
nuestra existencia tiene diferentes matices, solo debemos 
saber interpretarlos y ajustar nuestros pasos y nuestros 
sentimientos a los vaivenes que esos matices le imprimen a 
la vida.
Cuando en nuestra mente se plantea la idea de recorrer el
 Camino de Santiago de Compostela, la meta fijada es llegar,
 pero llegar no solo al lugar físico donde se alza la Catedral,
 sino también llegar a la exploración de nuestro interior, a 
descubrir el porqué de nuestros interrogantes, el porqué de 
nuestros miedos, el por qué se desencadenan terremotos y 
volcanes en una vida que parece tranquila y sin sobresaltos.
 En una palabra, emprendemos el Camino de Santiago para
 hallar en el final la respuesta que no encontramos y la paz que necesitamos.
Es en ese camino donde comenzamos a arrojar nuestro 
peso psíquico y espiritual, ese con el que convivimos y que 
de alguna manera y en algún momento, nos hace flaquear y 
no nos deja avanzar.
Está solo en nosotros el poder vaciar la mochila que 
cargamos desde el primer día, está solo en nosotros tener la 
fortaleza de deshacernos del peso que nos agobia, está en
 ese camino que recorremos, a veces en silencio, a veces en
 soledad, encontrar las respuestas que permitan que, al 
emprender el regreso al hogar, un nuevo sol despunte en
 nuestro horizonte, un sol diferente que entibie cada mañana,
 que ponga una sonrisa donde hay una lágrima y que con su
luminosidad y calor, diluya todos los por qué y le dé un 
nuevo y maravilloso significado a la vida, a mi vida. Porque 
desde que recorrí ese camino tengo un sol, Mi sol, que 
nunca dejará de guiarme, alumbrarme y darme amor.

Julio, 2015.-

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