Cuando
mi marido decidió jubilarse vivíamos en Brasil y nuestro próximo destino era
Medio Oriente.
Teníamos con nosotros nuestra pequeña de 16 años y los otros dos
hijos en Buenos Aires, la mayor culminando su carrera de Publicidad y Marketing
y el segundo a un año de ser Abogado. Así que decidimos “tirar la toalla” y regresar
a la granja con todos los polluelos.
Ésta es una de las tantas historias que
atesoramos en el transcurso de una vida llena de aventuras.
Mi
hija menor, Romina, con casi 16 años llegó junto a nosotros a Buenos Aires e
inició a mediados del año 2000 su cuarto año de secundaria.
Todo era nuevo y por lo tanto un poco
estresante. Veníamos de Brasil, donde el colegio era excelente pero el uniforme
distaba mucho de lo que aquí encontró. Allí iba de ojotas, shorts y una remera
blanca con la insignia del colegio.
Aquí polera blanca, jumper gris, medias tres
cuartos azules y cerrados zapatos negros que le costaron unas cuantas ampollas.
Al regresar de su primer día, nosotros muy
expectantes le preguntamos:
—¿Hola cielo! ¿Cómo fue tu primer día?
Todo bien— contestó —y haciendo una mueca
de disgusto prosiguió:
—Salvo un compañero pesado que me pegó un
chicle en el pelo y además el idiota me dijo que se había enamorado de mis ojos
azules para siempre… ¡Qué estúpido! ¡Me arruinó el día “ese pibe”!
Transcurrieron dos años y siempre venía
furiosa con alguna historia de “ese pibe”.
Terminaron la secundaria y se separaron, aunque
el grupo de amigos siguió reuniéndose, pero por supuesto “el pibe” desapareció.
Pasaron los años y el último año de
Universidad me di cuenta que algo en ella estaba diferente.
Un día me dijo:
—Ma, estoy saliendo con un chico, se llama
Federico.
—¡Ah! ¡Qué bien! ,¿Lo conozco?
—Mmm… no, pero… ¡es “ese pibe”!
¡ Nooo!, ¿En serio? ¿Y eso?
—Y… bueno… la verdad es que es re bueno y
todo va bien.
Si a vos te parece—contesté— y seguí con
mis cosas pensando que en breve terminaría la historia del pibe.
Los años pasaron, Romina y Federico se
casaron hace seis meses.
Cuando el Juez les preguntó
porque se habían enamorado, Fede con una emoción incontenible dijo:
—Cuando me miré en sus ojos
azules supe que era para siempre. A lo que ella contestó:
Yo al principio lo quería
“matar” pero ahora sé que es el amor de mi vida.
Mi primo Erich que vino especialmente de
Austria done vive y tiene una preciosa confitería, llegó con el más dulce de
los cargamentos: tres maravillosas tortas que sintetizan la historia de amor y
cientos de deliciosos bombones con la figura de los novios.
Una historia de amor donde los novios
comieron perdices (perdón, aquí comimos pollito) y son felices.
Setiembre, 2014.-
Un precioso relato, una bella historia de amor. Un beso Lili.
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