martes, 6 de noviembre de 2018

ASÍ COMO EN LOS CUENTOS




Cuando mi marido decidió jubilarse vivíamos en Brasil y nuestro próximo destino era Medio Oriente.
     Teníamos con nosotros  nuestra pequeña de 16 años y los otros dos hijos en Buenos Aires, la mayor culminando su carrera de Publicidad y Marketing y el segundo a un año de ser Abogado. Así que decidimos “tirar la toalla” y regresar a la granja con todos los polluelos.
     Ésta es una de las tantas historias que atesoramos en el transcurso de una vida llena de aventuras.

Mi hija menor, Romina, con casi 16 años llegó junto a nosotros a Buenos Aires e inició a mediados del año 2000 su cuarto año de secundaria.
     Todo era nuevo y por lo tanto un poco estresante. Veníamos de Brasil, donde el colegio era excelente pero el uniforme distaba mucho de lo que aquí encontró. Allí iba de ojotas, shorts y una remera blanca con la insignia del colegio.
     Aquí polera blanca, jumper gris, medias tres cuartos azules y cerrados zapatos negros que le costaron unas cuantas ampollas.
     Al regresar de su primer día, nosotros muy expectantes le preguntamos:
     —¿Hola cielo! ¿Cómo fue tu primer día?
     Todo bien— contestó —y haciendo una mueca de disgusto prosiguió:
     —Salvo un compañero pesado que me pegó un chicle en el pelo y además el idiota me dijo que se había enamorado de mis ojos azules para siempre… ¡Qué estúpido! ¡Me arruinó el día “ese pibe”!
     Transcurrieron dos años y siempre venía furiosa con alguna historia de “ese pibe”.
     Terminaron la secundaria y se separaron, aunque el grupo de amigos siguió reuniéndose, pero por supuesto “el pibe” desapareció.
     Pasaron los años y el último año de Universidad me di cuenta que algo en ella estaba diferente.
     Un día me dijo:
     —Ma, estoy saliendo con un chico, se llama Federico.
     —¡Ah! ¡Qué bien! ,¿Lo conozco?
     —Mmm… no, pero… ¡es “ese pibe”!
     ¡ Nooo!, ¿En serio? ¿Y eso?
     —Y… bueno… la verdad es que es re bueno y todo va bien.
     Si a vos te parece—contesté— y seguí con mis cosas pensando que en breve terminaría la historia del pibe.
     Los años pasaron, Romina y Federico se casaron hace seis meses.
Cuando el Juez les preguntó porque se habían enamorado, Fede con una emoción incontenible dijo:
—Cuando me miré en sus ojos azules supe que era para siempre. A lo que ella contestó:
Yo al principio lo quería “matar” pero ahora sé que es el amor de mi vida.
     Mi primo Erich que vino especialmente de Austria done vive y tiene una preciosa confitería, llegó con el más dulce de los cargamentos: tres maravillosas tortas que sintetizan la historia de amor y cientos de deliciosos bombones con la figura de los novios.
     Una historia de amor donde los novios comieron perdices (perdón, aquí comimos pollito) y son felices.


Setiembre, 2014.-




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