Con
la pandemia de COVID-19, llegó el confinamiento para los humanos.
Todos encerrados en nuestras casas, solo
alguna esporádica salida por necesidad.
Nosotros
presos, pero los animales, insectos, aves, en libertad.
Algunos felices de no tener que ocultarse,
salen de sus madrigueras, de sus cuevas o de su hábitat y se pasean
tranquilamente por los lugares antes concurridos por nosotros.
Las
aves miran un azul cielo que nunca habían visto, sin gases ni otros elementos
tóxicos que no dejaban al descubierto su luminosidad.
Las
garzas y los flamencos se pasean por las desiertas playas, blancas cigüeñas
bostezan en sus enormes nidos.
Entonces,
ante el silencio y el aburrimiento, parlotean entre ellas y se les ocurre una
travesura.
Sus
sonoros graznidos, que asemejan risas, se van multiplicando, pasando de nido en
nido y el eco se escucha en el mundo entero.
Entonces, cuando todas están enterradas, las
pícaras cigüeñas ponen en marcha el
plan.
En muchos lugares comienzan a escucharse
hermosas noticias, deseadas algunas, inesperadas otras.
En
un departamento de Nueva York, más precisamente en Brooklyn, un hermoso niño de
dos años, llamado Lapo, recibe la noticia de que una cigüeña pronto pasará y le
dejará un hermanito.
La mamá
no sale de su asombro, pues para la cigüeña ya la puerta estaba cerrada.
Y
aquí en Buenos Aires, Nicolás festeja que entre Papá Noel y la cigüeña, le
regalarán una hermanita que se llamará Delfina.
Así, estas traviesas aves, decidieron ponerles
emoción al confinamiento, a la cuarentena.
Los
límpidos cielos, donde no surcan ya aviones, se ven tapizados de blancos
plumones que van en todas direcciones, llevando su preciada carga.
Ríen las cigüeñas, hay alegría en los hogares,
llegará el niño ansiado o ese hermanito siempre deseado.
En
estos momentos de angustia, soledad e incertidumbre, las dulces cigüeñas
llevarán alegría a muchos hogares. Para recordar, que en época de pandemia,
también existen momentos felices y noticias para festejar.
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