viernes, 6 de noviembre de 2020

ATREVIDO

 


Se acercó a la ventana de mi vida, cuando el mundo, con decretos, con miedos y premuras, corría las cortinas.

Asombrada contemplé su osadía, nada lo detenía.

 Sorteaba las rejas que encierran los juegos de las plazas y forzaba las hendiduras que, descuidadamente  quedaban expuestas al transgresor.

 Me extasié con su seguridad y su lento movimiento, que no por lento dejaba de envolver todo con su presencia. Y sentí que mi alma renacía, entre el ostracismo y la oscuridad de tantos días.

 Extendí las manos con el vano deseo de aprisionarte, pero… te escurriste entre mis dedos.

 Cerré los ojos y sentí, que a pesar del distanciamiento, te animaste a acariciar mi rostro y poner, con amor, luz en mis cabellos.

 Largo rato me acompañaste burlando el aislamiento y volviste a dejar la esperanza instalada en mi alma.

 Después comenzaste a alejarte, a dejarme nuevamente sola y desamparada.

 Pero lograste  dibujar en mi rostro una sonrisa y en mis ojos el brillo de la pasión renovada.

 Prometiste volver cada mañana, a pintar un arco iris en la gris melancolía , a lograr que las cenizas de la incertidumbre se conviertan en llama y revivir el calor que se fue apagando con el correr de las semanas.

 Me dejaste un beso cálido en los labios, recorriste suavemente mi cabello y acercándote al oído murmuraste:

—No sufras niña mía, recuerda siempre que… el sol nunca migra.

 

“El sol saldrá. Esto también pasará.”

(Dicho persa)



 

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