Y el verano se fue…
Y escondió entre el
follaje del bosque tupido sus últimos rayos de sol.
Y ese sol tímido y
perezoso pintó un cuadro de colores brillantes, de amarillos pálidos y rojos
intensos, de ocres y azules verdosos.
Como lágrimas, la fina
llovizna se posa en las verdes colinas que parecen alfombras, que dibujan
valles y ondean al viento sus mil tonos de verde.
Y salpicando lomadas y
llanos, las alegres casitas de colores claros nos regalan un paisaje de
ensueño.
Con sus ventanitas con
cortinas de encaje, con senderos bordeados de multicolores flores y con ese
humo lento y espeso que sale a bocanadas de sus chimeneas.
Y el invierno avanza y cuelga las nubes, muy blancas, de las
rojas tejas, de los verdes pinos, de la esbelta aguja de tantas Iglesias.
Y se torna mágico,
irreal, supremo, ese paisaje que Austria regala.
En cada recodo del sinuoso
camino un OH!!! se escapa, porque la belleza que a nuestros ojos se presenta,
no puede contarse, no puede explicarse, no hay fotografía que pueda mostrar
tanta perfección, tanta maravilla.
Parece que Dios en
estos lugares, pintó su mejor cuadro y tiró la paleta, se inspiró y nos dejó lo
más perfecto de la naturaleza.
Arroyos que corren
entre milenarios bosques, con saltos de agua, con espuma blanca, entre el
empedrado que traba su marcha.
Arroyos cristalinos de
límpidas aguas, que danzan y emanan notas musicales, que suenan alegres, y nos dejan una gran melancolía en el alma.
Y asoman altivos los
viejos Castillos, centinelas mudos, custodios eternos, envolviendo sus muros
con el verde fragante del boscoso
follaje y jugando escondidas con las
blondas nubes que traviesas pasan entre
sus torreones.
Y el invierno llega….
Y muy pronto el traje
de distintos verdes, ese que regala cada primavera, ese con que viste montes y
laderas, cambiará de tono y se vestirá
de fiesta. De fiesta de invierno, con ramas plateadas, con hojas heladas y con
mil lentejuelas que brillarán orgullosas cundo la redonda y blanca luna derrame su luz en el majestuoso bosque.
Austria tan pequeña,
tan incomparable y bella.
Gracias por regalarme
tanta magnificencia, gracias por llenarme los ojos de lágrimas ante tanta
belleza.
Austria de mis
ancestros, de mis cuentos de hadas, de anécdotas de trineos que mi padre contaba.
Hoy en la lejanía,
junto a mis seres queridos, rememoro los momentos en que con Elizabeth y Alois
recorríamos caminos que me cortaban el aliento.
Alois, enciclopedia
abierta, conocedor de historia, nos enriqueció la mente y nos abrió un mundo de
maravillas. Elisabeth, tan dulce, compañera inigualable, que adivinaba lugares
que me sabían a gloria, restaurantes pequeñitos engalanados de encaje, senderos
maravillosos, Iglesias esplendorosas, un viaje inolvidable.
AUSTRIA; de mi padre, cuna de
nacimiento, postal de cuatro estaciones, mi lugar en el mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario