martes, 27 de noviembre de 2018

AUSTRIA INCOMPARABLE


Y el verano se fue…
Y escondió entre el follaje del bosque tupido sus últimos rayos de sol.
Y ese sol tímido y perezoso pintó un cuadro de colores brillantes, de amarillos pálidos y rojos intensos, de ocres y azules verdosos.
Como lágrimas, la fina llovizna se posa en las verdes colinas que parecen alfombras, que dibujan valles y ondean al viento sus mil tonos de verde.
Y salpicando lomadas y llanos, las alegres casitas de colores claros nos regalan un paisaje de ensueño.
Con sus ventanitas con cortinas de encaje, con senderos bordeados de multicolores flores y con ese humo lento y espeso que sale a bocanadas de sus chimeneas.
Y el invierno avanza y cuelga las nubes, muy blancas, de las rojas tejas, de los verdes pinos, de la esbelta aguja de tantas Iglesias.
Y se torna mágico, irreal, supremo, ese paisaje que Austria regala.
En cada recodo del sinuoso camino un OH!!! se escapa, porque la belleza que a nuestros ojos se presenta, no puede contarse, no puede explicarse, no hay fotografía que pueda mostrar tanta perfección, tanta maravilla.
Parece que Dios en estos lugares, pintó su mejor cuadro y tiró la paleta, se inspiró y nos dejó lo más perfecto de la naturaleza.
Arroyos que corren entre milenarios bosques, con saltos de agua, con espuma blanca, entre el empedrado que traba su marcha.
Arroyos cristalinos de límpidas aguas, que danzan y emanan notas musicales, que suenan alegres,  y nos dejan una gran melancolía en el alma.
Y asoman altivos los viejos Castillos, centinelas mudos, custodios eternos, envolviendo sus muros con el verde fragante del  boscoso follaje  y jugando escondidas con las blondas nubes  que traviesas pasan entre sus torreones.
Y el invierno llega….
Y muy pronto el traje de distintos verdes, ese que regala cada  primavera, ese con que viste montes y laderas,  cambiará de tono y se vestirá de fiesta. De fiesta de invierno, con ramas plateadas, con hojas heladas y con mil lentejuelas que brillarán orgullosas cundo la redonda y blanca  luna derrame su luz en el majestuoso bosque.
Austria tan pequeña, tan incomparable y bella.
Gracias por regalarme tanta magnificencia, gracias por llenarme los ojos de lágrimas ante tanta belleza.
Austria de mis ancestros, de mis cuentos de hadas, de anécdotas de trineos que mi padre contaba.


Hoy en la lejanía, junto a mis seres queridos, rememoro los momentos en que con Elizabeth y Alois recorríamos caminos que me cortaban el aliento.
Alois, enciclopedia abierta, conocedor de historia, nos enriqueció la mente y nos abrió un mundo de maravillas. Elisabeth, tan dulce, compañera inigualable, que adivinaba lugares que me sabían a gloria, restaurantes pequeñitos engalanados de encaje, senderos maravillosos, Iglesias esplendorosas, un viaje inolvidable.
AUSTRIA; de mi padre, cuna de nacimiento, postal de cuatro estaciones, mi lugar en el mundo. 

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