GACHAS
A los treinta años quedó viuda. Dos hijos que
criar, dos bocas que alimentar y un cortijo.
Su esposo Ismael murió después de agonizar
varios días a raíz de la coz de un caballo. Le dejó la pequeña huerta y algo de
ganado. Y la dura tarea de mirar hacia el futuro
Los
tiempos eran difíciles y la joven madre con sus pequeños hijos, emprendían cada
amanecer el camino polvoriento de esas tierras de Almería hacia el pueblo. Allí
vendían algo de la cosecha, algunos huevos y gallinas y con las pocas monedas
compraban harina para las gachas.
Gachas al amanecer con un agua sucia que la
imaginación y los cuentos matinales
hacían saber a café. Gachas por la noche, elaboradas de tal manera que en el
plato parecieran comida gourmet y el maravilloso cuento del “Bocadillo mágico”
que encantaba a los niños y los hacía pensar que eso era lo que estaban comiendo.
La madre emprendió un día una larga travesía
hacia América, trabajó duro y luego trajo a sus hijos para que nunca más
tuvieran que saborear ese triste bocadillo, que enjugándose las lágrimas, esa
madre coraje convertía en mágico, ese bocadillo llamado gachas.
Octubre, 2015
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