La bruma se cierne sobre el impetuoso mar. Solo se escucha
el rugir de las olas y se divisan apenas las suaves burbujas que la blanca
espuma derrama en la arena.
Cierra los ojos y el aire salobre se pega a su rostro y
gotas de mar mezcladas de lágrimas, resbalan hasta ser bebidas por sus resecos
labios.
Su mente se siente inundada por la niebla que cubre como un
manto el cielo y sus pensamientos.
La vida pasa como un relámpago, todo en blanco y negro. Solo
fugazmente algo de color se filtra por la nebulosa que le oprime el pecho.
Entonces enjuga las lágrimas y seca las perlas de sal de su
cuerpo. Sonríe, como él siempre le pide, y ve en colores y dibujada, esa boca
amada que dice te amo, esas dulces y traviesas pupilas que devoran su cuerpo, esas tiernas manos que
una vez le enseñaron con mucha ternura, que el amor existe.
Y así, sin abrir los ojos se siente feliz, porque percibe el
suave contacto de ese hombre niño, de ese hombre amado que es y será por siempre su bebé adorado.
Abril, 2016
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